domingo, 24 de abril de 2016

Música española del siglo XX: Daniel (I)

Transición de la música del siglo XIX a la de XX
La sociedad europea del siglo XIX había sufrido una serie de cambios sociales, económicos, políticos, ideológicos, tecnológicos y estéticos tan profundos que no pudieron menos que afectar a un arte incluso tan abstracto como el musical. "La disolución de la tonalidad comienza a fines del siglo XIX y toma fuerza y direcciones diversas a principios del XX".
La revisión crítica y transformación de los conceptos rectores de la construcción musical que se llevo a cabo alrededor de la última década del siglo XIX fue integral: abarcó prácticamente todos los renglones de la composición, desde la instrumentación y las formas musicales hasta las concepciones de la melodía, el ritmo o la expresión. Pero la crisis más profunda y la reforma más radical tuvieron lugar en el campo de la armonía, es decir, en el dominio de la formación y el enlace de los acordes. El viejo edificio tonal –cuyo principio básico es que cada composición se construye sobre una tonalidad determinada-, que dominó el discurso musical del barroco, el clasicismo y el romanticismo, y que parecía tan incuestionable como la ley de la gravitación universal, pareció derrumbarse.
Decisivo sería el descubrimiento de músicas no occidentales, principalmente del Oriente asiático y musulmán, en que los principios de organización y construcción sonora nada tenían en común con el sistema armónico tonal. Los protagonistas de la renovación armónica múltiple fueron, entre otross, Debussy en Francia, Mahler y Schoenberg en Austria, Strauss en Alemania, Scriabin en Rusia, Janácek en Checoslovaquia, Ives en Estados Unidos, que abrieron los rumbos de un pluralismo complejo, característico de la diversidad y el eclecticismo del siglo XX.

Isaac Albéniz (Camprodón, 1860 - Cambo-les-Bains, Francia, 1909). Compositor y pianista español. Su vida, sobre todo durante su niñez y su juventud, es una de las novelas más apasionantes de la historia de la música. Niño prodigio, debutó como pianista a los cuatro años, con gran éxito, en un recital en Barcelona. Tras estudiar piano en esta ciudad e intentar, infructuosamente, ingresar en el Conservatorio de París, prosiguió sus estudios en Madrid. Espíritu inquieto, a los diez años se fue de casa, y recorrió varias ciudades y pueblos de Castilla organizando sus propios conciertos. Una segunda fuga, en 1872, le llevó a Buenos Aires. Protegido por el secretario particular de Alfonso XII, el conde de Morphy, Albéniz, consciente de sus carencias técnicas, pudo proseguir sus estudios en el Conservatorio de Bruselas. Año importante fue el de 1882, conoció al compositor Felipe Pedrell, quien dirigió su atención hacia la música popular española, inculcándole la idea, esencial para el desarrollo de su estilo de madurez, de la necesidad de crear una música de inspiración nacional. Fue entonces cuando Albéniz, que hasta ese momento se había distinguido por la creación de piezas salonísticas agradables y sin pretensiones para su instrumento, el piano, empezó a tener mayores ambiciones respecto a su carrera como compositor.
Su estilo más característico comenzó a perfilarse con las primeras obras importantes de carácter nacionalista a partir de 1885, en especial con la Suite española de 1886. Su ideal de crear una «música nacional de acento universal» alcanzó en la suite para piano Iberia, su obra maestra. Admirada por músicos como Debussy, la influencia de esta partitura sobre otros compositores nacionalistas españoles, entre ellos Falla y Granados, fue decisiva.
La obra de Albéniz. Aunque cultivó variados géneros, predominan las composiciones para piano, y se pueden distinguir tres épocas. En la primera, que abarca desde sus composiciones de juventud hasta aproximadamente 1880, Albéniz compone obras de carácter romántico e intimista, influidas claramente por la música de salón. Entre las principales piezas de dicha etapa cabe citar sus siete Sonatas para piano y sus tres Suites anciennes, además de los Seis pequeños valses.
Su etapa nacionalista española se abre con las cinco piezas que integran los Cantos de España. La mayoría de las composiciones de esta segunda etapa están inscritas en la corriente de tintes andaluces denominada "alhambrismo", caracterizada por la profusión de ritmos de danzas populares y de elementos del cante jondo, así como por el uso de escalas modales como la frigia y ornamentaciones propias de la escritura para guitarra; no obstante, en algunas piezas de este período también se escuchan rasgos folclóricos de otras provincias españolas. Otras obras incluidas dentro de este apartado son las Doce piezas características, la Suite Española y el Concierto fantástico en La menor.
La tercera etapa creadora de Albéniz posee resonancias impresionistas, en parte fruto de sus viajes a París y de la amistad que le unió a compositores como Debussy, máximo representante del impresionismo musical francés. Su obra principal de esta última época es Iberia, una síntesis de diversos estilos musicales que debe mucho a la escritura virtuosística para piano de Liszt, con ciertos ecos guitarrísticos. Las doce piezas que la componen tienen una arquitectura compleja, con ritmos característicos de danza que se alternan con un estribillo lírico de carácter vocal o copla.
Albéniz no posee una producción orquestal muy amplia, pero todas sus obras sinfónicas están dotadas de un colorido y una armonía de gran riqueza, así como de destacables innovaciones instrumentales. En ocasiones incluso integraba en la orquesta instrumentos de viento de la cobla catalana.
Respecto a su música escénica, hay que citar Pepita Jiménez; representada en toda Europa, fue siempre la obra favorita del compositor. En esta ópera Albéniz se aleja de la tradición wagneriana para desarrollar un lenguaje autóctono, expresivo y lírico. En cambio, en sus óperas Henry Clifford y Merlin, es patente su admiración por Wagner.
A pesar de su falta de estudios formales fuera del campo de la música, Albéniz era una persona muy instruida, hablaba varios idiomas y se interesaba activamente por la política y la filosofía (se definía políticamente como liberal y escéptico en materia de religión). Aunque sus composiciones evocan las imágenes y sonidos de España, prefirió vivir lejos de su patria, de la que se sentía desarraigado.
Finalmente, aunque contaba con credenciales extraordinarias como niño prodigio y como alumno de grandes maestros, a menudo difundía información contradictoria sobre su juventud entre amigos, periodistas y biógrafos, especialmente en relación con sus viajes a las Américas y sus estudios en Leipzig con Liszt. Por este motivo, la mayor parte de las biografías sobre Albéniz contienen abundantes errores y discrepancias. No obstante, los estudios más recientes han contribuido enormemente a que comprendamos mejor la vida y obra de este gran artista.
Obra famosa de Isaac Albeniz, Asturias:


Fuentes:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2294048
https://albertbatistetriado.wordpress.com/2013/12/02/la-transicion-del-siglo-xix-al-siglo-xx-solo-texto/
http://musica-sigloxx.blogspot.com.es/2012/06/nacionalismo.html
https://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_acad%C3%A9mica_del_siglo_XX
https://es.wikipedia.org/wiki/Isaac_Alb%C3%A9niz
http://www.epdlp.com/compclasico.php?id=766
http://cvc.cervantes.es/actcult/albeniz/vida/retrato.htm
http://cvc.cervantes.es/actcult/albeniz/vida/introduccion.htm

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